Las primeras visiones en Ezquioga
El 29 de junio de 1931, los hermanos Bereciartu, ambos menores de edad, afirmaron haber visto a la Virgen María. La figura apareció como una dama vestida de negro, coronada de estrellas y rodeada de ángeles. A partir de ese momento, Ezquioga se convirtió en un centro de peregrinación masiva, atrayendo tanto a creyentes como a curiosos.
Antonia y Andrés Bereciartu no fueron los únicos en experimentar visiones. En poco tiempo, más de cien personas, en su mayoría niños, aseguraron haber visto a la Virgen y otros santos. Estos relatos encendieron una ola de fervor religioso en toda la región, y el pequeño pueblo guipuzcoano fue comparado con Lourdes y Fátima, donde también se habían producido apariciones marianas.
La reacción del gobierno republicano
El Gobierno de la Segunda República, que había sido instaurado recientemente, vio las peregrinaciones a Ezquioga como una posible amenaza a la estabilidad del régimen. La Iglesia Católica y algunos sectores nacionalistas vascos vieron en las visiones una oportunidad para desafiar el régimen republicano. El Gobierno intentó desacreditar las apariciones, calificándolas de superchería y sugiriendo que todo era un negocio montado por personas oportunistas.
A pesar de los esfuerzos del Gobierno por minimizar el fenómeno, las multitudes continuaron llegando. Se estimaba que alrededor de un millón de personas habían visitado Ezquioga a finales de 1931, lo que provocó aún más inquietud en las autoridades republicanas.
El fervor de los peregrinos
Los peregrinos llegaban a Ezquioga en autobuses y coches atestados. Las multitudes se congregaban en el lugar donde se había producido la primera aparición, esperando ver la manifestación de la Virgen María o escuchar a los videntes que compartían sus experiencias. Algunos de los videntes incluso prometieron que la Virgen realizaría un gran milagro si la persona adecuada acudía a Ezquioga.
El fenómeno atrajo la atención de la prensa y los intelectuales de la época. Federico Santánder, un periodista de ABC, describió en su crónica cómo una joven vidente hablaba en éxtasis a la Virgen en su lengua natal, mientras miles de personas observaban con emoción. En su relato, un niño incluso pidió la curación de un ciego.
Otros casos de apariciones en España
El fenómeno de Ezquioga no fue un caso aislado. Durante el mismo verano de 1931, en la localidad de Espejo (Álava), un niño pastor de nueve años llamado José Luis Barrio aseguró haber visto una aparición similar. Posteriormente, se produjeron las famosas apariciones marianas de la virgen en Garabandal.
En otros pueblos de España, como Torralba de Aragón y Mendigorría, se reportaron experiencias místicas que involucraban a niños y figuras celestiales.
La condena de la iglesia y el declive del fenómeno
A pesar del fervor inicial y la masiva asistencia de peregrinos, la Iglesia Católica terminó condenando las apariciones de Ezquioga. Las visiones fueron consideradas no auténticas y las peregrinaciones comenzaron a disminuir. Para muchos de los que habían creído en las visiones, el desenlace fue una tragedia personal.
Algunos videntes, como Benita Aguirre, mantuvieron su fe en privado, pero para la mayoría, el tema se convirtió en un recuerdo incómodo.
El legado de Ezquioga
Aunque las apariciones de Ezquioga no alcanzaron la fama y el reconocimiento de otros sitios de peregrinación como Lourdes o Fátima, dejaron una huella en la historia de la devoción mariana en España. El fenómeno reflejó la tensión entre la Iglesia Católica y el Gobierno Republicano en un momento clave de la historia del país, y evidenció el poder que tenía la fe para movilizar a multitudes, incluso en tiempos de incertidumbre política.
Visitas y rutas guiadas
Actualmente se puede visitar la capilla que se erigió a la Virgen de Ezquioga y que está situada unos metros más abajo en el monte de dónde originalmente se produjo la aparición. Esto es debido a las obras del TAV que se realizaron posteriormente y que impedía el paso a los fieles.