Una llamada inesperada
Días antes de este enfrentamiento, una llamada telefónica cambió el rumbo de los acontecimientos. No era cualquier llamada, sino una invitación de un exorcista católico, uno de los pocos en España, que deseaba la presencia de testigos en un exorcismo. Esta oportunidad era invaluable, especialmente tratándose de un sacerdote autorizado por el Vaticano para realizar este tipo de rituales. El padre Fortea, conocido por su libro Demoniacum, había captado la atención de los medios, pero en esta ocasión, buscaba más que publicidad: necesitaba apoyo para liberar a una joven de las garras de siete demonios. En este caso, serían unos periodistas que recogerían el devenir del exorcismo.
Preparativos para un exorcismo
El día del exorcismo, el exorcista condujo a los testigos a su parroquia en la diócesis de Alcalá. Era una iglesia moderna, de ladrillo rojo, situada entre pinos. Su interior, sencillo y limpio, contrastaba con la intensidad del ritual que estaba a punto de comenzar. La inscripción en la pila de agua bendita, «El agua bendita aleja la tentación del demonio», parecía un presagio de lo que estaba por venir.
El padre Fortea, alto y delgado, con gafas y una barba bien recortada, recibía a los presentes con una mezcla de serenidad y autoridad. Antes de entrar en detalles sobre el caso, recordó la importancia de la discreción, enfatizando que no se debería identificar ni a la posesa ni a su madre. La situación era seria, y el ritual no era un espectáculo.
Siete demonios: El desafío del exorcista
El caso de Marta era complejo. Según el padre Fortea, estaba poseída por siete demonios, y ya había expulsado a seis de ellos. El último, Zabulón, se resistía. Este demonio, casi mudo pero muy inteligente, había permanecido en Marta durante 16 sesiones, cuando normalmente, según el exorcista, dos o tres sesiones son suficientes para liberar a una persona.
La posesión de Marta se originó a raíz de un hechizo realizado por una compañera de instituto cuando tenía 16 años. Desde entonces, comenzó a experimentar fenómenos extraños: muebles que se movían, objetos que se rompían, y un rechazo vehemente hacia los objetos religiosos. Estos eventos llevaron a su madre, María (nombre ficticio), a buscar ayuda desesperadamente. Después de que varios psiquiatras no encontraron explicación para los dolores de cabeza constantes que atormentaban a su hija, María decidió buscar un exorcista.
El ritual: una lucha sin tregua
El exorcismo comenzó en una capilla pequeña, acogedora y sin ventanas. El exorcista pidió ayuda para colocar una colchoneta forrada de plástico verde al pie del altar, donde Marta se recostó mirando a la cruz. Su madre, arrodillada a su lado, no se movería de esa posición durante las siguientes dos horas y media.
El padre Fortea inició el rito imponiendo su mano sobre el rostro de Marta y susurrando plegarias ininteligibles. Los primeros alaridos desgarradores rompieron el silencio de la capilla, resonando con una voz que no parecía humana. El exorcista continuó con sus oraciones mientras Marta se retorcía y rugía con una fuerza sobrehumana.
«Sal, Zabulón»
El exorcista invocó a San Jorge, y al escucharlo, Marta reaccionó con furia, arqueando su cuerpo y levantándose un palmo de la colchoneta. El padre Fortea mantuvo la calma y continuó conminando a Zabulón a salir del cuerpo de la joven. El demonio, a través de Marta, respondió con rugidos y negaciones. La lucha continuó, con el exorcista utilizando el crucifijo, agua bendita y hostias consagradas para debilitar al demonio.
Cada momento del ritual era intenso, con Marta respondiendo a las invocaciones del exorcista con rugidos, bufidos y movimientos violentos. El padre Fortea no mostró miedo, a pesar de que sabía bien lo que era enfrentarse a Satanás. Su experiencia en otros exorcismos le había dado la habilidad de mantener el control en situaciones tan extremas.
La intervención de María
Cuando el exorcista se retiró brevemente, María, la madre de Marta, tomó el control del ritual. Con una mezcla de fe y desesperación, comenzó a repetir las frases del exorcista, ordenando al demonio que saliera del cuerpo de su hija. Aunque su intervención no fue suficiente para expulsar a Zabulón, su determinación fue un reflejo del amor maternal y la desesperación por liberar a su hija.
Un respiro y un final incierto
Después de casi tres horas de lucha, el padre Fortea decidió que era momento de detener el ritual por ese día. A pesar de no haber logrado expulsar a Zabulón, la madre de Marta no mostró signos de cansancio, aunque su rostro reflejaba cierta desilusión. El exorcismo no había concluido, pero la batalla continuaría en otra ocasión.
El mensaje de Satán
Tiempo después del exorcismo, la madre de Marta llamó al padre Fortea para comunicarle que otro demonio, como ya había hecho Zabulón, había escrito un texto a través de la mano de su hija. Este era parte del contenido:
No salvación a los hijos de satán no salvación… libertad… el nunca feliz… no cuenta… aviso… los pactos hacen eso… no salvación… la voluntad lo niega… él lo odia…. Yo no quiero que nadie rece, quiero que la gente no crea en Dios. Quiero perder el máximo de almas posibles y llevarlos a la más completa desesperación y pena, a la destrucción. Los seduzco con falsas promesas que nunca cumplo para atraerlos a la oscuridad. Hay gente que sin saberlo se va hundiendo poco a poco porque no me ven. No saben que detrás de “pequeños” vicios estoy yo. San Miguel me obliga a escribir porque ellos deben saber para poder defenderse y no caer en mis redes. Yo busco su perdición… Yo influencias fuertes para que la gente no crea. Les inculco no creencia, no moral, nada es pecado, todo está bien, les incito a la destrucción. Los odio. Ellos no se dan cuenta. las cosas deben cambiar. Tienen que saberlo: cuanto más se alejan de Dios más actúo…
Yo soy satán
¿Qué pasó tras el exorcismo de Marta?
Después de enfrentar numerosas dificultades y obstáculos, el padre Antonio Fortea logró completar exitosamente el exorcismo y evitar la posesión de Marta en 2008. Este caso, de gran relevancia, ofreció información crucial para comprender mejor no solo la naturaleza y el comportamiento de varios demonios, sino también ciertos aspectos teológicos. Tras una cuidadosa documentación, el Vaticano terminó reconociendo y validando la autenticidad de este notable suceso.