La tuberculosis y la desesperación de Francisco Ortega
En el año 1910, la tuberculosis devastaba Europa. Francisco Ortega, un hombre de unos treinta años conocido como ‘El Moruno’, vivía en Almería y padecía esta enfermedad. Desesperado por encontrar una cura, acudió a Agustina Rodríguez, una curandera que vivía en un modesto cortijo en Gádor.
A pesar del avanzado estado de su enfermedad, Agustina le recomendó que visitara a Francisco Leona, otro curandero que le ofreció un terrible «remedio».
El remedio macabro de Francisco Leona
Francisco Leona, un viudo de setenta años, le propuso a ‘El Moruno’ un ritual espeluznante para curar su tuberculosis: beber la sangre caliente de un niño y colocarse en el pecho las mantecas del infante. A cambio de 3.000 reales, Leona prometió secuestrar y asesinar a un niño para realizar el espantoso ritual.
El secuestro del niño Bernardo González Parra
Para llevar a cabo el secuestro, Leona contó con la ayuda de Julio ‘El Tonto’, hijo de Agustina Rodríguez. Su víctima fue Bernardo González Parra, un niño de siete años que vivía con sus padres en una cueva en Rioja, Almería.
El 28 de junio de 1910, Leona y Julio encontraron al pequeño Bernardo mientras jugaba con otros niños cerca de Rioja. Con engaños, lograron llevarlo al cortijo de Araoz, y aunque el niño quiso retroceder, Leona lo metió en un saco y lo llevaron cautivo hasta la casa de la curandera Agustina.
El brutal asesinato del niño Bernardo
En la casa de Agustina, los asesinos procedieron a realizar el ritual. ‘El Moruno’, convencido de que la sangre del niño lo curaría, sostuvo una olla para recoger la sangre mientras Leona, con una navaja, abría una herida en el costado del menor. Francisco Ortega bebió la sangre mientras los asesinos extraían las entrañas del niño para colocarlas sobre el pecho del enfermo.
El fin del crimen y las condenas
Tras el brutal asesinato, los implicados discutieron quién se encargaría de rematar al niño y deshacerse del cadáver. Finalmente, trasladaron el cuerpo de Bernardo González al barranco del Jalbo, donde lo enterraron tras destrozar su rostro para dificultar su identificación.
Cuando el crimen fue descubierto, los cuatro implicados fueron sometidos a juicio. ‘El Moruno’ y Agustina Rodríguez fueron ejecutados a garrote vil, mientras que Francisco Leona murió en la cárcel antes de ser ejecutado. Los hermanos José y Julio, hijos de Agustina, fueron condenados a diecisiete años de prisión y pena de muerte, aunque Julio fue indultado por su demencia.