Del éxito al olvido: la vida de Álvaro Bustos
Álvaro Rafael Bustos Ruiz nació en Córdoba en 1954. Poco se sabe sobre su infancia o adolescencia, pero en la década de 1970, se convirtió en una figura destacada en la escena musical española. Junto a Jorge Crespo y Carlos Catalá, fundó el trío pop Trébol en 1972. La banda alcanzó cierto éxito con canciones como Carmen, Pajarillo, Música eres tú y Mira mis manos. Sin embargo, como muchas bandas de la época, Trébol no logró mantener su éxito y se disolvió en 1977.
Tras la disolución de la banda, Álvaro intentó forjar una carrera en solitario como cantautor. Incluso viajó a Alemania para grabar su última composición, Salve la paz, una canción que reflejaba su personalidad pacifista y conciliadora. Pero la canción nunca se comercializó, y Álvaro regresó a Córdoba, derrotado y con su sueño de éxito desvanecido. De vuelta en casa de su padre, Manuel, un respetado catedrático de violín, Álvaro empezó a mostrar signos de un profundo cambio personal y mental.
La obsesión con lo oculto: el descenso a la oscuridad
A medida que su carrera musical se desmoronaba, Álvaro comenzó a obsesionarse con temas oscuros como la brujería, la magia negra y el exorcismo. Se sumergió en libros de temática esotérica, incluyendo la Biblia Satánica de Anton Szandor LaVey, fundador de la Iglesia de Satán. Estas ideas comenzaron a consumirlo, y Álvaro empezó a construir un mundo propio lleno de tinieblas.
La evidencia más clara de su transformación fue el cambio en su entorno físico. Álvaro convirtió la planta superior de la casa familiar en un santuario oscuro, pintando las paredes, el techo y las ventanas de negro, y cubriendo los cristales con trapos oscuros. Esta transformación del hogar, que contrastaba fuertemente con la planta baja luminosa donde vivía su padre, reflejaba el cambio interno que estaba experimentando.
El parricidio: creyendo ser el Mesías
El 4 de enero de 1987, Álvaro Bustos cometió uno de los crímenes más espeluznantes en la historia de Córdoba. Convencido de que su padre estaba poseído por Satán, Álvaro decidió «exorcizarlo». Aquella noche, después de regresar de hacer unas compras, Álvaro percibió que su padre se había transformado en el mismísimo diablo. Presa de una alucinación, decidió que debía matarlo para liberar su alma y salvar al mundo del Mal.
Álvaro preparó una estaca de madera a partir de la barra de una cortina, afilándola y frotándola con ajo y sal, según los rituales que había aprendido de sus lecturas. A medianoche, irrumpió en la habitación de su padre y, tras un macabro ritual que incluyó esparcir sal y voltear un espejo, Álvaro atacó a Manuel. Gritando «Vade retro, Satanás», le clavó la estaca en el corazón, matándolo instantáneamente.
Durante las 24 horas siguientes, Álvaro permaneció junto al cadáver, vigilando para asegurarse de que su padre no resucitara. Posteriormente, intentó deshacerse del cuerpo llevándolo a la sierra de Córdoba con la intención de quemarlo y esparcir las cenizas. Sin embargo, fue interrumpido por un guardés y tuvo que regresar a la ciudad, donde finalmente fue arrestado.
El juicio y la absolución
El juicio de Álvaro Bustos, conocido como «El Exorcista de Córdoba», comenzó el 1 de julio de 1987. Durante el proceso, quedó claro que Álvaro sufría de una psicosis paranoica crónica, una enfermedad mental que lo había llevado a creer que su padre era el demonio. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino testificó que Álvaro estaba tan sumido en su delirio que no podía distinguir la realidad de sus fantasías.
El tribunal, reconociendo su enajenación mental, lo declaró inimputable y fue absuelto. En lugar de prisión, Álvaro fue internado en una institución psiquiátrica. A pesar de los temores de los psiquiatras de que Álvaro pudiera volver a actuar violentamente, especialmente contra su hermana, fue dado de alta unos años después. Desde entonces, su paradero es desconocido.
El caso de Álvaro Bustos sigue siendo un ejemplo inquietante de cómo los trastornos mentales, combinados con obsesiones peligrosas, pueden llevar a actos de violencia extrema. La historia de este músico que se convirtió en parricida ha dejado una marca indeleble en la memoria de Córdoba y en la crónica negra de España. Aunque el nombre de Álvaro Bustos ha caído en el olvido, su crimen sigue siendo un recordatorio sombrío de los límites borrosos entre la cordura y la locura.